
Agreste ya era uno de esos secretos bien guardados de Barcelona. Un restaurante con alma en plena montaña, donde la cocina italo-catalana de Fabio Gambirasi y la sensibilidad de sala de Roser Asensio creaban algo más que una experiencia gastronómica: un plan vital. Ahora, ese mismo espíritu se traslada —con la misma emoción y un punto más de sofisticación— al centro de la ciudad, bajo el nombre de Agreste Mar, en el Hotel Serras Barcelona.
Lo que empezó como un pop-up temporal mientras reformaban el local original en Collserola, ha acabado tomando forma de proyecto con vocación de continuidad. Porque cuando algo encaja, se nota. Y aquí todo fluye: la cocina abierta, la cercanía del equipo, la carta breve pero pensada, el menú degustación de 9 pases o la opción a la carta.
El amor en la base
Fabio cocina como quien escribe una carta de amor: directa, honesta, sin florituras. En sus platos se percibe el bagaje de la alta cocina (pasó por Trussardi alla Scala, con dos estrellas Michelin), pero también la humildad de quien respeta el producto por encima del ego.


La pasta, como siempre, es hilo conductor: cappelletti de parmigiano con mantequilla y salvia o los tagliarini con cigala y lima son puro confort, pero con técnica de altura. También hay hits como el erizo de mar con salsa de café, los guisantes del Maresme con trufa negra del Berguedà o el pichón de Higinio Gómez con salsa café de París, una oda al sabor bien enfocado.
Roser, por su parte, sigue construyendo una de las mejores cartas líquidas de la ciudad. El vino no es un accesorio: es parte del discurso. Y aquí lo importante no es la etiqueta sino la emoción. Vinos catalanes, italianos, proyectos pequeños, naturales, con alma. Referencias que vale la pena conocer.
Agreste Mar es cocina de autor sin alardes, servicio sin corsé y emoción sin imposturas. Un restaurante que demuestra que la excelencia también puede ser suave, cálida y profundamente humana.

