La historia del vino en Europa está llena de figuras fascinantes, pero pocas son tan influyentes como una de las mujeres más poderosas del siglo XIX, casada con Napoleón III. Eugenia de Montijo no solo fue emperatriz de Francia, sino también una pionera en el mundo del vino. Financiadora de los estudios de Louis Pasteur sobre microbiología, su pasión por resolver el problema de la conservación del vino cambió el curso de la viticultura. Su bodega, activa desde 1878, fue un centro de innovación que eventualmente se integró en la Casa de Alba.
En 1996, la finca fue adquirida por la familia Hernáiz, pasando a manos de Eduardo y Víctor, quienes iniciaron la producción de vinos de alta calidad procedentes de este histórico viñedo. Centrados en la sostenibilidad y la viticultura regenerativa, han transformado la finca en un ejemplo de compromiso medioambiental. En la actualidad, cuenta con decenas de hectáreas de viñedo ecológico, libre de insecticidas, con la meta de convertir toda la extensión en este tipo de cultivo en el futuro.
Cuatro vinos con mucha personalidad
Con 101 hectáreas, Finca la Emperatriz se destaca como un oasis entre las majestuosas sierras Cantabria y Demanda, a una altitud de 570 metros sobre la Rioja Alta. Sus suelos franco arenosos ocultan una capa de canto rodado de unos 40 centímetros de espesor. Pero lo más fascinante es que más del 50% de sus viñedos se mantienen en sistema de vaso, con una edad promedio que supera los 60 años. Exploremos cada uno de sus vinos:
Finca La Emperatriz Blanco 2018: Un vino fresco con complejidad moderada, gracias a un alto porcentaje de viñedo viejo que le confiere aromas complejos y una textura cremosa. Elaborado para resaltar la variedad, este vino celebra la viura, una uva que añade carácter oleoso y disfrutable. Como explicó Eduardo Hernáiz durante la presentación de los vinos: “En los años sesenta, los blancos eran tan comunes como los tintos, pero en los ochenta, muchas parcelas de blanco fueron reemplazadas por tempranillo. Hoy, el mercado reconoce cada vez más estos vinos blancos, fáciles de maridar o disfrutar solos, destacando el potencial de la viura”.
El Jardín De La Emperatriz Blanco 2023: Este vino, inspirado en los grandes blancos de Rioja, destaca por su cuerpo, estructura y cremosidad natural. Ideal para la alta gastronomía, se comercializa después de 5 años de crianza en botella, alcanzando su plenitud a los 15 años.
Finca La Emperatriz Tinto 2018: Este vino se distingue por su capacidad de maridar bien con la gastronomía, envejeciendo elegantemente de 8 a 10 años gracias a su acidez natural. Hay que apuntar, además, que evita las denominaciones tradicionales como “crianza”, enfocándose en la barrica como actor secundario y la uva como protagonista.
El Jardín de la Emperatriz Tinto 2020: Con viñedos viejos y singulares, este proyecto se inspira en los clásicos riojas de los años sesenta. Con un enfoque artesanal, las uvas tempranillo, garnacha y viura se vendimian a mano, buscando recuperar la tradición de vinos de guarda que envejecen perfectamente por veinte o treinta años.
Enoturismo y nuevos proyectos
La finca ha revolucionado la experiencia del enoturismo, alejándose de las tradicionales visitas a bodegas y procesos de elaboración. “Ahora, los visitantes buscan experiencias que conecten con la historia y el carácter único de cada vino”, apunta Hernáiz. Por este motivo, la finca ofrece una inmersión en su compromiso con la viticultura regenerativa, destacando el esmero en el cuidado de cada cepa y la biodiversidad del entorno.
Desde 2017, Eduardo y Víctor también han estado produciendo El Pedal, un tempranillo joven que proviene de varias fincas de la familia ubicadas en cinco pueblos distintos. En 2018, se añadió a la colección Las Cenizas, un vino de pueblo elaborado a partir de las parcelas de viñedo que la familia Hernáiz posee en su lugar de origen, Cenicero.
En el horizonte, planean apostar aún más por el proyecto Guardacumbres, al que definen como “mágico” y que cuenta con más de 100 años de historia. Este viñedo ha sido rescatado y cultivado utilizando técnicas sostenibles. La primera cosecha, limitada a 850 botellas, es un testimonio de su dedicación a la calidad y a la preservación de viñedos con legado histórico.