
El restaurante de la calle Tuset, que ya fue un must de la zona alta de Barcelona, se renueva con nueva carta, nueva actitud y la misma esencia viajera de siempre. Vinilos por las paredes, coctelería de autor, DJ los fines de semana y una propuesta que mezcla el Mediterráneo con guiños británicos que te descolocan para bien.
Entre sus greatest hits ya hay uno que pide a gritos convertirse en plato fetiche: el Amor de madre steak pie. Un homenaje al clásico pastel de carne inglés, pero pasado por el filtro Ajoblanco. Lleva buey, ceps, trompetas de la muerte y, atención, tuétano. El toque final llega en mesa, cuando el equipo del local hace caer el tuétano directamente sobre el pastel en un gesto casi ceremonial. Un espectáculo que roza lo espiritual. Y que, seamos sinceros, da para story y para quedarse con la boca abierta.
Pero hay más. Mucho más. Destacan especialmente los mejillones gallegos crujientes con emulsión de escabeche, pura adicción en versión mini. La ensaladilla con tartar de atún rojo se ha ganado el título de clásico inmediato. Y la croqueta de ají de gallina, imperdible. Todo con un toque muy propio, muy Ajoblanco, incluso en el (a priori) menos sexy pero sorprendentemente delicioso cogollo a la brasa con hinojo, queso azul Glauc y vinagreta Honey Monster. Que sí, que te lo comes pensando “meh” y acabas diciendo “guau”.



¿Y de postre? Hay que probar el Sticky toffee pudding: bizcocho de dátiles, tuille de nueces, toffee, helado de vainilla… Sí, vas a mojar pan mentalmente. Pero también hay reinterpretaciones del pijama y del eton mess, porque esto es un viaje con mirada británica y alma barcelonesa. Y sí, sabe tan bien como suena.
Cócteles con nombre propio y vinilos de los buenos
Más allá del plato, Ajoblanco sigue fiel a su rollo nocturno. Coctelería artesana, zumos y cordiales hechos in house, y combinados como el Kate’s Paloma, un homenaje con tequila y chispa a la jefa del local.
Entre las 18:00 y las 20:00, la cosa se relaja con una happy hour elegante: precios amables y ambiente relajado para quienes quieren empezar la tarde con flow. Y ojo a los DJ sets de jueves a sábado: funk, disco, clásicos de los 70 y 80 y alguna sorpresa moderna, siempre con buen gusto.
Vinilos, neones y cocina que no se disculpa
Lo mejor de este nuevo Ajoblanco es su descaro. No quiere gustarle a todo el mundo, y eso es justamente lo que lo hace especial. Desde los vinilos en las paredes hasta su carta sin miedo, aquí se viene a disfrutar, a probar, a compartir. A celebrar.
Y como no todo va a ser comer y beber, también han mimado la bodega: vinos de proximidad, naturales, catalanes, con carácter y sin tonterías.

